La Mufasalidad del Hombre Viento

Lusados cabusresdo. 

Long time ago sin zorrar palabras me temo. Así que escribiré palante.

Durante este tiempo he vivido plurales aventuras, como pegarme a un pañuelo para entender lo que siente un moco o entrar en la atmósfera terrestre a gran velocidad para experimentar la desintegración propia de los meteoritos. Nunca debí probar esta última, pues aterricé violentamente sobre lo que antes de ser escombros fuera una iglesia. Envuelto en llamas, sin ropa alguna y en aquel cráter, me encontraron dos ancianos ensangrentados y cubiertos de polvo. 

-¿Está bien señor?- preguntó el anciano macho.
-Si, estaba intentando experimentar lo mismo que un meteorito al entrar en la atmósfera.- respondí.
-Es un milagro que esté vivo!- exclamó el anciano hembra mientras no paraba de tirarse pedos.
-Señora, lo que es un milagro es que no me esté ahogando con el tufo. 

Me dirigí corriendo a una estatua de un barbudo que yacía rota en el suelo y le quité el taparrabos para cubrirme la cara y no oler ese aroma. Aquella dama se estaba descomponiendo. Fue entonces cuando un hombre ataviado con un saco de patatas y unas gafas de broma, me encontró.

-Alabado seas! - alzó las manos hacia el cielo y un rayó atravesó su cuerpo
-Qué mala suerte! - exclamé mientras moría de risa
-Ya te digo - agonizaba el hombre en el suelo - pero no me importa morir, he vivido demasiado aquí cuidando la figura que acabas de romper, hombre viento, y ahora cubres tu cara con su taparrabos. Mañana tiene que desfilar por toda la ciudad, tienes una deuda conmigo y te pido que la saldes. 
-Jámas! - le dije totalmente de acuerdo - No lo haré porque me lo pida, ni porque le deba nada, lo haré porque me ha llamado hombre viento y no se por qué!
-El Hombre Viento, Hombre Vida, Hombre Vizco, Hombre Viñedo... se te conoce por tantos nombres...

Aquel cadáver me hizo pensar y pensar es una cosa que solo hacen los que llevan gafas, así que le quité las suyas y me subí en aquella mesa enorme adornada con velas y flores y me clavé a una cruz que había. Al día siguiente 50 o 60 hombres levantaron la mesa y la pasearon por toda la ciudad durante todo el día. Al llegar al final del trayecto, me solté de la cruz y me bajé de la mesa.

-Nos vemos señores, gracias por el paseo pero han tardado tanto que no les pagaré. - Mi enfado era infinito.

Atónitos y comiendo ranas los dejé allí clamando al cielo - Es un milagro, ha resucitado! - .

-¿Resucitado? - pregunté con la voz de Bruce Willis - No, yo nunca he muerto. - y me fui.

Hombre Vida/Viento
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