Dispensador de Hologramas, Tortulabios y brújulas Gómez.

La presencia del esternón en mi cuerpo me produce angustia y gran pesar.

Lo digo para que quede constancia de que estoy escribiendo en perfectas condiciones para ser enterrado de urgencia. Bien.
No hace mucho tiempo, cuando se creó la primera estrella en el universo, me encontré en mi búsqueda de la playa, con un Zhombre. Si, habéis leído bien y yo no me he equivocado al escribirlo, Zhombre. ¿Y qué es un Zhombre? os estaréis preguntando. Pues ni mas ni menos que un hombre con una Z mayúscula delante de él, la cual le proporciona entre otras cosas, una formidable sombra, muy útil en sus múltiples viajes al sol, una protección sublime frente a enemigos inútiles y lo mejor de todo: la posesión única por derecho de un Tortulabio.
Para los que no lo sepáis y para el resto, un Tortulabio es para un buscador, lo que una bandurria para cualquier músico o alien.
El Tortulabio es un herramienta, que según las leyendas fue entregada a un antiguo dios que intentaba encontrar a su hijo, caído a la Tierra al nacer. Dicho dios, se pasó doce VIDAS de su hijo buscándolo por toda la superficie varonil de este nuestro planeta. Durante ese breve (para mi) tiempo, recorrió como humano, lo que no pudo imaginar como dios y se encontró con gratas sorpresas en su camino. Cuentan que una vez, cuando estaba a punto de darse por vencido, una amable calavera con aspecto de anciano se le acercó y le dijo:
-Zoquete de calcio, postura al revés, dolor intensivo en el ojo que ves.
Dicho eso, le ofreció un artilugio del que desconocía su existencia. Estupefacto, le preguntó a aquel topo de mar, que qué era aquello que le había dado.
-¿Por qué te has transformado en un topo de mar?- le preguntó
-Y tu, ¿por qué has cambiado la pregunta que el narrador había dicho que ibas a decir?- contestó contundente el topo de mar. - A todo esto, eso es un Tortulabio.
Y aquel armario de caoba tan bonito explotó en mil pedazos, cuyas astillas, puertas y ropa de nazareno se clavaron en el dios.
Así fue, que el dios se quedó sin saber que había pasado y con el artefacto en la mano. No le quiso dar mas importancia a aquel encuentro y siguió su camino en busca de su hijo, con el mismo éxito que un gnomo en la NBA.

En este momento de la historia, me sorprendí hasta yo, ahora veréis por que...

Se encontraba entonces en la cima del monte del destino, dispuesto a arrojar el anillo al fuego para destruirlo cuando... Ehhhm. Disculpen, fallo mío, es lo que pasa cuando vives tanto tiempo y escribes tanto, que se te mezclan las historias.

Aquel dios no se daba por vencido, y seguía buscando alguna pista que le llevara a su hijo, o a lo que quedara de él, cuando en el lomo de una colina, se sentó a descansar. Miró el Tortulabio y de pronto lo comprendió. El Tortulabio era un aparato complejo, que te guiaba a encontrar aquello que desearas de todo corazón. Así fue como siguiendo el camino marcado por el Tortulabio, el dios llegó, en el año 1990 a un centro comercial, en el cual, bajo sus 5 pisos de parking a 1€ la hora, se encontraban los restos de su hijo.
Conmocionado por lo que encontró, se cabreó cosa mala y lanzó el Tortulabio a donde mi abuelo perdió la boina...

Así que amigos, ahora que poseo los conocimientos sobre la fórmula de la nocilla, el tesafin de terciopelo y el Tortulabio que me entregó aquel hombre amablemente desde su tumba, junto a su Z, continuaré con la búsqueda de la playa.

Se despide el hombre cuya edad es tan longeva como el mes en el que nievan tubos de escape.

Hombre Vida.
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