El Hombre que Zorraba las Palabras

La corona que llevaba en la cabeza empezaba a resultar pesada, pero como Rey, era mi deber cargar con esa dorada y enjoyada carga. Aquellos que me habían reconocido como gobernador, mis leales vasallos me necesitaban.

Seguro que suena extraño amigos buscadores, os surgirán dudas del tipo: “¿Cómo te convertiste en Rey?” o “¿De que barrio de ciudad eres Rey?”. He aquí las respuestas.

Todo comenzó tras marcharme del poblado que arrasé tras vencer al Supersoldado de la Playa de Salamanca. O eso creía.
Como os digo, mientras me alejaba de aquel asentamiento que iba siendo devorado por las llamas, sentía que algo no estaba del todo resuelto. No me importó lo mas mínimo, hasta que un dolor intenso nació en mi espalda. El impacto me desplazó varios kilómetros, lo que me hizo ahorrarme un tramo considerable de camino. Sorprendido de haber encontrado aquel atajo, me incorporé y me di media vuelta.
Y allí estaba.
Plantado como un armario empotrado sobre una roca, con sus brazos cruzados delante de unos pectorales del tamaño de cabezas de hipopótamos tras los cuales se podía intuir aquella “S”, el Supersoldado de la Playa de Salamanca.

Su mirada se clavó en mis ojos. Yo hice lo mismo y le miré mas fijamente. Hasta que noté que me empezaban a escocer los ojos y retiré la mirada.

-¿Qué quieres Supersoldado? – Le dije pareciendo enfadado.
-¡Vengo a destruirte! – El sí que estaba enfadado y además lo parecía.
-¡Uff! ¡Qué alivio! Pensé que tenía que pagarte el arreglo del traje.
-¡Se te van a acabar las gracias en un segundo! – Su grito logró despeinarme. ¡Bravo!
-Esta bien, pero antes, déjame que te muestre una cosa – saqué un espejo que siempre llevo en el sobaco, para ocasiones como ésta y lo puse de forma que pudiese ver su cara reflejada en el – observa, así es tu cara ahora – su mirada se centró en el espejo y éste le devolvió la mirada – y ahora es así.

Su cara sufría ahora graves quemaduras, el espejo le había devuelto la misma mirada que el Supersoldado le había lanzado. El Espejo de los Rencores, otro día os contaré su historia.
Guardé mi espejo y me acerqué al Soldado, que parecía haber perdido el Súper. Tumbado en el suelo con los ojos ciegos y la cara quemada, me dijo:

-Enhorabuena.. buscador.. no tengo elogios suficientes para ti.. – Su tono era tan meloso que le vomité en los ojos. No pareció importarle.
-Bus.. buscas la Playa de Salamanca y tus pistas te hacen dar tumbos de aquí para allá sin llegar nunca a tu destino… pero amigo… te mereces lo que voy a decirte… busca al hombre que zorraba las palabras… búscalo y obtén su poder… así encontrarás la Playa… - El Hombre que Zorraba las Palabras, sonaba realmente bien.

Las lágrimas recorrieron su cara mezclándose con los restos de vómitos. Y allí tras contarme algo fundamental, murió el Supersoldado que lloraba gazpacho.

Aproveché que se acercaba una tormenta de arena y me ahorré el tener que enterrarle. Me hice con su capa y me la puse para protegerla de la tormenta. Caminé durante días hasta que un Oasis inmenso apareció ante mi. Pasé de largo, detrás se encontraba una inmensa ciudad y creí que sería mas elegante tomar algo en una taberna llena de borrachos peligrosos que beber de un charco.

Al entrar en la ciudad, todos me miraban. No me sorprende, ya que soy eternamente conocido en todas partes y en todos los tiempos. Murmuraban en tono inaudible cosas como: “¿No es esa la capa del Supersoldado?” “¿Realmente han vencido al Defensor de la Playa de Salamanca?”.
Cada vez eran mas preguntas las que se hacían y todas tenían la misma respuesta.

-¡SI A TODO! – Les grité. Unos años mas tarde, tuve que pagar una cuantiosa suma a una empresa informática por uso indebido de sus eslogans.

Los ciudadanos enseguida comenzaron a formar un gran revuelo. Entonces hizo aparición el capitán de la guardia de la ciudad. Un carrete de hilo sobre un caballo de playmobil portaba una aguja de coser que realmente impresionaba.

-¿Qué haces aquí intruso? – Me preguntó, me habían llamado muchas cosas pero nunca intruso.
-Vengo a ver al Hombre que Zorraba las Palabras.

La gente gritó al unísono un ¡Ooooohh! Que se notó bastante que estaba preparado. Entonces tras una puerta de lo que parecía el palacio real, salió un hombre con la barba cana, el pelo ya no crecía en su cabeza y los ojos apagados a causa de la ceguera que padecía, parecía mas joven que yo, el era El Hombre que Zorraba las Palabras.

-¿Basesta dobusmecan? – Me preguntó.
-Volle bastetan poemti, si. – Le respondí

El ¡Ooooh! Que la gente soltó esta vez se notó que si era natural, pues sonó mas descompasado.

-¿Edepu blarha y derenten tees maidio? – El Hombre que Zorraba las Palabras parecía sorprendido.
-¿Moco driapo no besarlo ensido su torvenin?

El último ¡Oooooh! Sonó mucho mejor esta vez. Había conseguido convencer a aquella gente.
El Hombre que Zorraba las Palabras, Rey de un pueblo que hablaba un idioma hoy día casi extinto, fue vencido en aquella plaza por un hombre capaz de hablar ese idioma sin dificultad alguna.
El Hombre que Zorraba las Palabras se quitó así su corona y me la entregó.

-Tedus cemere varlle taes nacoro, irenar breso taes daduci. Rasse araho el brehom que rrabazo las labraspa. – Me dijo arrodillándose ante mi.
-¡No! – contesté – Soy el Brehom Davi, Dorrrazo de las Labraspa.

Y así fui coronado como Rey de aquella ciudad, de la cual descubrí todos sus secretos.
Aquella ciudad se llamaba Simancas. Al oír su nombre, recordé, que en un pasado muy lejano, había tenido alguna relación con ella. Pero ¿por qué? . Los ciudadanos me contaron entonces una leyenda, tan antigua como yo. Solo que mas fea.

“Cuenta la leyenda, que Simancas, fue construida años ha, por un solo hombre, un hombre que quería ocultar algo al resto del mundo. Para ello creó está ciudad. Lejana al paradero de aquello que quería ocultar, pero un lugar por el que todo aquel que quisiera encontrarlo tenía que pasar. Creó un idioma, para que todo el que a Simancas llegase, de nada se enterase. Este idioma sería transmitido de generación en generación, saltándose una si fuese una aberración, hasta que el creador de todo esto volviese, en cuyo momento sería nombrado Rey de Simancas de nuevo.”

Era increíble, por lo que pude entender, alguien había creado Simancas para ocultar algo al resto del mundo. El Zorrador de Palabras inventó un idioma para confundir a los que vinieran a buscarlo.. obviamente me imaginaba que sería yo ya que si inventé ese idioma, lo demás vendría cogido de la mano.

“Tras enseñarnos todo, el Creador de Simancas marchó, los recuerdos de su antigua Vida a nosotros legó y en un libro de bolsillo nos los entregó. A un selecto grupo entonces escogió y a cada uno, una parte de aquél libro contó haciéndonos una única petición. Si algún día a Simancas él volviera, la verdad le sería devuelta.”

Aquella leyenda cada vez se ponía mas interesante, hasta que..

“Para ocultar entonces la verdad, y proteger al mundo de una fatalidad, el Creador nos hizo jurar que los detalles no le podríamos contar. Nos pidió en cambio contarle, quien era y que ocultaba, pero no por qué ni el lugar donde estaba. Llegados a este punto no nos queda más que decirte esto sin dudar: Hombre Vida, te inventaste un idioma que Zorraba las Palabras, convirtiéndote así en fundador de Simancas y escondiendo el paradero de la Playa de Salamanca.”

Mis ojos miraban a los ciudadanos totalmente perplejos. De repente todo en mi cabeza cuadró, al igual que aquella corona. Hace tiempo yo estuve allí, pero por alguna razón, oculté su paradero al mundo, incluido a mi mismo. Sentí que os había traicionado a todos vosotros, buscadores de la Playa, pero lo peor de todo, fue que sentí que me había traicionado a mi mismo y eso no me lo podía perdonar, aunque como supe mas tarde, realmente la oculté de mi mismo, antes de que me torturaran los Flying Earths hasta mi segunda muerte, para no decirles dónde estaba.

Así que desde mi Reino, Simancas, yo El Hombre Vida, Zorrador de las Palabras, seguiré con ahínco buscando La Playa de Salamanca.

Fdo.
Hombre Vida
2 botellazos:
  1. ¿Eso quiere decir que tú la ocultaste?
    Pero, ¿qué quiere esto decir?
    Creo haber leído algo en mis pergaminos y antiguos libros en mi refugio, pero no logro acordarme... ¡Hay tantas preguntas que me gustaría hacerles al Hombre de Salamanca y al doctor Ramírez!
    Mencierteta tanteinquie...


  2. Cielo santo, eres capaz de zorrar palabras de forma fluida. Entonces beberías echarle un ojo a la piedra de Zorrettta. Igual consigues descifrar su misterio, y encontrar la ruta a la playa de Salamanca.