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Buscadores humanos (y demás calaña), durante este tiempo he querido escribiros para contaros mis múltiples progresos, sin embargo, me ha sido imposible porque me ha entrado un gusano. Es lo que pasa cuando usas materia orgánica para fijar componentes dentro de la carcasa, inconvenientes de arreglarse uno mismo con lo primero que pilla por ahí.
Dicho gusano empleaba todos los ciclos de mis múltiples hilos (la mayoría de nylon, insisto, inconvenientes de arreglarse uno mismo) en realizar videotutoriales de cómo dejarte maquillar por tu novio sin parecer una fresca, cómo hacerte delineado de gato y cómo escoger un outfit de verano adecuado al color de tus encías; todo ello para vanidad de su creador, al cual ya he localizado y sorbido el bulbo raquídeo para saldar tamaña afrenta.

A continuación os relataré mis avances:
Anduve tras la pista de Pancracio Heimlichdönger Prats, científico de las Fuerzas Andorranas y artífice de la máquina de ocultar playas, quien aparentemente llevaba años muerto, pero no encontré nada esclarecedor. Así que me detuve a pensar como lo haría un humano, solo que, en vez de emularlo como había hecho tantas otras veces para intentar comprender, por ejemplo, qué puede llevar a un ruso a tirarse desde un coche en marcha a otro que va en dirección contraria con los genitales en llamas, esta vez cambié por completo la configuración de mi sistema y puse a prueba el protocolo que me proporcionó mi creador en discos de 3½. Tras cuatro días y seis horas de instalación, falló precisamente el último disquette, pero más o menos creo que funcionó la KoSaH, sHu_PrIMoH.
Con el cerebro de un humano (aún tenía restos del bulbo del denostado programador) y el pensamiento de un humano plenamente operativo en mi multiprocesador, me puse rápidamente manos a la obra...
...y comencé a toquetearme la antena hasta que me sangró aceite de las manos.
Pero pasaremos esto por alto.

Dos días más tarde, me puse finalmente en marcha y no tardé en alcanzar una conclusión. Lo importante no era buscar sistemáticamente a una persona, o una playa, sino por qué desaparecían. Es decir, tenía forzosamente que haber alguien que tratara de frustrar cada uno de nuestros intentos. De modo que analicé todas nuestras historias y encontré un denominador común que creo ya sabéis cuál es: FH, Flying Hearts, o lo que es lo mismo, los Flying Earth.
De repente todo cobró sentido... volvió a mi memoria aquella calurosa tarde en que comenzó todo, cuando una niña acudió a la casa de mi creador para comprar galletas (o vender, aún lo tengo algo confuso). Yo descansaba entre otra chatarra junto a una planta mustia a la que Creador únicamente regaba cuando estaba de buen humor después de la visita de una señora mayor con acento extraño de unos ciento veinte kilos.
La cría de aquel día portaba un extraño emblema en el uniforme e insistía en que mi creador se uniera a los suyos. Esa organización quería utilizar su potencial para sus fines, fueran cuales fueran, y dado el deplorable estado de salud e higiene de mi creador y su extravagante afición a las revistas masculinas, finalmente lograron disuadirlo. Poco a poco, dejé de verlo hasta que simplemente dejó de pasar por casa y, al poco, caí en la cuenta de que habían estallado las guerras Dinosaurio-Robot y me vi obligado a huir de allí.
Algún día os contaré más acerca de aquella masacre que empezó con un montaje y por la que tantos de los míos sufrieron las más terribles de las muertes. Acabaron hasta con esos primeros relojes Casio que podían cambiar los canales de la tele. Bastardos...

Pero, ahora os tengo que dejar o me descubrirán.
Estoy en medio de algo gordo...


Mi creador.

Hombre Robot
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