Trebujo los senentacios

Amigos, camaradas y discípulos de Tobías:

Hace mucho tiempo que he perdido contacto con todo rastro de civilización. Han sucedido muchas cosas desde entonces; el martes sucedió al lunes, Junio sucedió a Mayo y Falete sucedió a King, el del tekken. Como os digo, Emerincio de Ladisterra, mi fiel corcel, me ha abandonado.

Os contaré como ocurrió todo:

El viaje que Emerincio de Ladisterra y quien esto escribe realizaban, estaba resultando muy placentero. Cruzar aquel rio de lava a lomos de Emerincio fue una experiencia realmente emocionante. Pensé que no lo conseguiría pero crucé al otro lado. Emerincio por su parte se aquejaba de un tenue dolor en las piernas. Siempre fue muy quejica. Le observé las piernas para ver el estado de las mismas, cuando de pronto un olor a carne a la brasa, despertó en mi estómago un hambre de los dos mil quinientos cincuenta y cinco años que llevaba sin probar carne de caballo. Al no poder refrenar aquella ansia, tomé entre mis manos el cuchillo de cortar planetas y con dos certeros tajos amputé ambas piernas a Emerincio.

-Esto es lo mejor para ti, Emerincio - le dije - si no lo hubiera hecho la infección hubiese alcanzado tu cerebro provocando en ti lo que se conoce como el síndrome de intercambio de especies.
-¿Qué significa eso? - preguntó entre gritos agónicos mi querido Emerincio.
-Muy simple, amigo mio. Tu cerebro hubiera creído que eras humano por ejemplo. Algo realmente aterrador.

Emerincio comenzó a llorar como llora un caballo cuando lo arrancas de las pezuñas de su madre. Le ofrecí su propia pierna para que comiera algo y allí al borde del rio de lava, disfruté de mi primera comida caliente en mucho tiempo y la primera de Emerincio en toda su vida.
Cuando hubimos recuperado las fuerzas, le propuse a Emerincio continuar con el camino hacia la Playa de Salamanca. No reparé en que sin sus piernas no iría cómodo en su lomo. Así que le ofrecí a llevarlo a rastras durante parte del camino, hasta que encontrásemos otras piernas para el.

Tras 2 minutos de larga caminata, la piel de Emerincio comenzaba a despegarse del resto del cuerpo, tal como mas tarde lo hicieran los músculos y poco tiempo después, sus huesos.

Y allí, en aquella escarpada tierra, con ríos de lava detrás de mi y un paraíso terrenal a pocos kilómetros, Emerincio y yo nos despedimos. Recogí su calavera, parte del lomo como provisiones para el camino, dos muestras de sangre y toda su cabellera con la que me hice una bufanda para el frío de aquellas tierras.

Y así amigos, es como perdí a mi mas fiel acompañante, Emerincio de Ladisterra. Mientras los carroñeros devoraban lo poco que quedaba de él, le prometí que encontraría la forma de hacerlo volver, pues he encontrado un manuscrito, sobre mi primera Vida y que os contaré con las próximas nuevas.


Sobre tu lomo cabalgo presto
mientras entonas cánticos que detesto,
a latigazos te marco el ritmo
mientras te obligo a resolver algoritmos.

Los viajes contigo son amenos
siempre en silencio pisando cieno
¿qué será de mi cuando te hayas marchado?
vagaré caminando solo sin mi corcel alado.



Extracto del poema "Elegía para Emerincio".

Hombre Vida.          



Un botellazo:
  1. Preciosa elegía.
    Quédate con la calavera, hacen mucha compañía.
    Ía, ía.