Réquiem por una habichuela que murió con las botas puestas

Suenan salvas fúnebres en el funeral de una heroína. Las armas cargadas de harina y los cañones disparan polvorones. Con valor, nuestra habichuela feneció contrayendo la viruela.
Lloran las lentejas y sollozan los ajetes, todos los presentes derraman lágrimas de aceite. Puerros, habas y otras legumbres y gran parte de la servidumbre.
Su heroísmo no fue reivindicado por los enemigos que fueron masacrados por las flatulencias que hubiese provocado justo después de que le dieran el primer bocado. Hombres, mujeres y niños… ninguno escapó del exterminio. Puesto que al hincarles el diente, firmaron su sentencia de muerte.


Y he aquí una historia que jamás fue contada, asesinó a un montón de gente siendo el principal ingrediente de un suculenta fabada.
Y allí descansa en la alacena junto a la oliva rellena. Chucrut y otros encurtidos de ella ya se han despedido.
Mas eterno es su recuerdo y su tufo sempiterno.

Encontrado en aquel sitio llamado B.
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