El incomprensible temor de la lata de sardinas

La escarpada llanura que recorría desde hace días comenzaba a resultarme familiar. Mi tendencia a caminar en círculos demoraba sobremanera mis viajes. Era menester cambiar ese hábito.

Tras unos placenteros días en los que disfruté gobernando a los habitantes de Simancas, ordenandoles que pintaran a todos los perros de colores o confeccionaran ropa de ladrillo y se dieran un baño con ellas, abandoné la ciudad dejando el cargo de Rey de Simancas a aquel símpatico alienígena que llegó un buen día, haciendo gala de una tecnología de luces de discoteca alucinantes. Sin duda no había nadie mejor para ocupar mi puesto.

A mi partida, los ciudadanos me despidieron con ímpetu, obsequiandome con enormes ollas de lo que parecían ser calamares en su tinta, a juzgar por el color negruzco de la salsa. Incomprensiblemente, aquella salsa tenía una facilidad asombrosa para arder, y envuelto en llamas abandoné Simancas.

Emprendí entonces el que fuera mi camino de reflexión. ¿Había ocultado el paradero de la Playa? ¿Quería realmente encontrarla? ¿Por qué tenía tanto miedo a aquella lata de sardinas?

Las respuestas a esas treinta y seis preguntas las obtuve al encontrar a Emercincio de Ladisterra, Bardo de Burgos. Sentado sobre un aparentemente cómodo cojín, con forma de anciano de cadera rota, entonaba un cántico mientras sus manos tocaban un instrumento que me resultaba muy familiar: la bandurria del hombre manco.

Me acerqué al bardo y le rogué entonase algún canto para mi. No dudó y hacíendome sitio sobre aquel anciano para que me sentase a su lado, comenzó a cantar.

Cuentan que por estos lares
se halla un hermoso lugar,
la envidia de los siete mares
que nadie ha podido encontrar.

¿Dónde está la playa de Salamanca?

Para encontrarla hace falta algo mas
que un mapa, una guía y un eclipse solar,
solo aquel que la quiera encontrar
tumbado en su arena se despertará.

La busco, la busco
y no encuentro la playa.

Yendo hacia el norte si vas desde el sur,
o bien hacia el este si estás en Tombuctu,
siguiendo la pista podrás alcanzar
ese codiciado y amado lugar.

(En esta parte el bardo recita unas palabras)

Y ahora mi amigo, confuso estás, no sabes si sabes saber dónde está,
mas yo te comento que está canción, despeja tu mente a golpes de... "Pom!!"
Aquella frase no tenía final, o mejor dicho, el final era el sonido que produjo la bandurría al destrozarse sobre mi cabeza. Agradecí al bardo que me aclarase las ideas con aquel golpe y olvidando aquella canción, decidí emprender mi viaje, guardando a Emerincio en mi sobaco y llevando conmigo su música durante los próximos viajes.

Atentamente
Hombre Vida.
Un botellazo:
  1. He atado este mensaje a la pata de una mesa mensajera y espero, desde este calabozo, que llegue a su destino:
    No he leído de primera mano lo que has escrito, mas te puedo decir que he oído gran parte de los labios nerviosos y preocupados de mis opresores. Puedes estar satisfecho.